jueves, 12 de junio de 2008

El cumplir nuestro deber a Dios

Élder Robert D. Hales
Del Quórum de los Doce Apóstoles


El Premio Mi Deber a Dios ayudará a los hombres jóvenes a hacer frente a los desafíos de la vida y a lograr los propósitos del Sacerdocio Aarónico.
La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles han explicado: "Esperamos que ganes el Premio Mi Deber a Dios y que éste sea un símbolo de tu preparación para recibir el Sacerdocio de Melquisedec" (véaseSacerdocio Aarónico: Cumplir nuestro deber a Dios, Diácono).
Al ganar el Premio Mi Deber a Dios, lograrás metas en los siguientes aspectos:
Ser fiel en el cumplimiento de los deberes y las normas del sacerdocio.
Participar en actividades familiares.
Participar en las actividades de quórum.
Llevar a cabo el proyecto de servicio de Mi Deber a Dios.
Alcanzar metas personales en cada una de cuatro categorías: progreso espiritual; desarrollo físico; superación académica, personal y de orientación profesional o vocacional; progreso cívico y social.
Si cumplen con los requisitos de esos deberes del sacerdocio y atributos personales, se prepararán para las responsabilidades del Sacerdocio de Melquisedec, así como para los futuros desafíos de la vida. Les prometo que el obtener el Premio Mi Deber a Dios les dará un testimonio viviente que los sostendrá a lo largo de toda su vida.
Donde esté disponible, el programa Scout también les ayudará en ese esfuerzo. Los instamos a participar en el programa Scout, puesto que muchos de los requisitos de ese programa cumplen las metas y los requisitos de los certificados de Mi Deber a Dios.
El programa Scout es parte del programa de actividades del Sacerdocio Aarónico. El Premio Mi Deber a Dios es un premio del sacerdocio cuyos requisitos les servirán para progresar espiritualmente y cumplir con sus deberes del sacerdocio.
Algunas de las grandes bendiciones de esos programas que se han elaborado conllevan el que ustedes, los jóvenes de la Iglesia, tendrán un claro entendimiento de quiénes son, serán responsables de sus actos, se responsabilizarán de su conducta personal y podrán fijarse metas para lograr lo que han venido a la tierra a lograr. Nuestro ruego es que se esfuercen por hacer lo mejor que puedan.
Jóvenes, arrodíllense todos los días y expresen a Dios los deseos de su corazón. Él es la fuente de toda sabiduría y dará respuesta a sus oraciones. Sean humildes y estén dispuestos a escuchar los susurros del Espíritu. Lean las Escrituras todos los días. Fortalezcan su testimonio. Paguen los diezmos y las ofrendas. Recuerden y guarden los convenios que hicieron al bautizarse, y renueven esos convenios cada semana al participar de la Santa Cena. El guardar los convenios bautismales ahora los preparará para los convenios del templo que harán en el futuro.
Ésa es la esencia de su deber a Dios. El cumplir su deber a Dios brindará bendiciones no tan sólo a ustedes mismos sino también a los demás.
El prestar servicio a los semejantes es uno de los propósitos del Sacerdocio Aarónico. Como requisito del Premio Mi Deber a Dios, al menos una vez al año, tendrán un proyecto de servicio que les dará la oportunidad de prestar importante servicio a su familia, a la Iglesia o a la comunidad. Al ayudar y servir a los demás, aprenderán que la siguiente Escritura es parte imprescindible del Evangelio: ". . .por cuanto lo hacéis al más pequeño de éstos, a mí lo hacéis" (D. y C. 42:38).
Confío en que tanto los padres como los obispos —que son los presidentes del Sacerdocio Aarónico— comprendan que los hombres jóvenes y las mujeres jóvenes de los cuales son responsables han sido preparados para venir a la tierra en este tiempo en particular para un sagrado y maravilloso propósito. Es una gran bendición poder hacerse merecedor del Sacerdocio de Melquisedec y luego recibirlo. Ustedes, jóvenes, tienen el noble llamamiento de ser hombres rectos, de progresar en fortaleza y de ejercer una buena influencia en los demás. Ustedes, jóvenes, son el futuro de la Iglesia.
Hemos progresado desde que llegamos a la tierra de la presencia de nuestro Padre Celestial. Nuestra primera década en esta vida fue una gran experiencia de aprendizaje. Se nos cuidó y crió. Aprendimos a caminar, a hablar y a controlar este cuerpo mortal. Aprendimos acerca del albedrío: que lo que escogemos hacer tiene sus consecuencias. Muchos de nosotros fuimos bautizados a los ocho años de edad, la cual las Escrituras nos dicen es la edad de responsabilidad cuando tenemos la capacidad de distinguir el bien del mal, de saber quiénes somos —hijos de Dios— por qué estamos aquí en la tierra y qué estamos procurando lograr (véase D. y C. 68:25, 27).
Desde nuestro bautismo hasta los doce años, nuestras familias, nuestros líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares, y los maestros nos han enseñado los principios del Evangelio y las normas que nos preparan para poseer el sacerdocio. El Sacerdocio Aarónico se llama el sacerdocio preparatorio. Esa segunda década de nuestras vidas es un periodo preparatorio; es la etapa en la que nos preparamos para las grandes decisiones que hemos de tomar más adelante. Nos preparamos para recibir el Sacerdocio de Melquisedec, para hacer los convenios del templo y cumplir con todas nuestras responsabilidades del sacerdocio a fin de que podamos cumplir nuestro deber a Dios.
Lo que escojan hacer hoy influirá directamente en el número y en los tipos de oportunidades que tendrán en el futuro. Lo que escojan hacer cada día limitará o ampliará sus oportunidades. Si toman decisiones correctas durante este periodo preparatorio, estarán preparados para tomar decisiones acertadas en el futuro.
Piensen tan sólo en la próxima década de su vida —la de los veinte años—, en las decisiones que tomarán: ser dignos de ir al templo, el servicio misional, los estudios académicos, el seguir una carrera profesional o vocacional, el escoger una compañera eterna y el tener una familia. Esa década de decisiones no es una etapa que haya que temer, sino una etapa para recibir las bendiciones para las cuales se habrán preparado: "mas si estáis preparados, no temeréis" (D. y C. 38:30).
Uno de los mayores dones que se les dieron al bautizarse fue el don del Espíritu Santo. Con el don del Espíritu Santo, pueden contar con la guía inspirada para tomar esas importantes decisiones.
Durante el periodo preparatorio de su vida, es importante que cultiven el progreso espiritual, que adquieran desarrollo físico, que se superen en el ámbito educativo, del progreso personal y de la orientación profesional o vocacional, y que progresen cívica y socialmente. Todas esas cualidades forman parte de sus deberes del sacerdocio y les servirán para las decisiones que tendrán que tomar durante las próximas décadas de su vida.
Una parte importante del cumplir nuestro deber a Dios en cualquier edad es ser discípulo de Jesucristo, lo cual significa aceptar Su invitación que dice: "ven, sígueme" (Lucas 18:22). Para seguir al Salvador, es necesario que separamos quién es Él —el Hijo de Dios—, que tomemos Su nombre sobre nosotros, que recordemos Su sacrificio expiatorio y que guardemos Sus mandamientos. Hicimos esos convenios al bautizarnos y renovamos nuestros convenios bautismales cada vez que participamos de la Santa Cena.
Aprendemos de las oraciones que el Salvador dirigió a Su Padre Celestial grandes lecciones del discipulado y del deber a Dios. En Su oración intercesora, Él enseña: "Yo te he glorificadoen la tierra;he acabado la obra que me diste que hiciese" (Juan 17:4; cursiva agregada).
Cuando Jesucristo padeció en forma indescriptible en el Jardín de Getsemaní por los pecados de la humanidad, oró: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; perono sea como yo quiero, sino como tú" (Mateo 26:39; cursiva agregada).
El discipulado y el deber a Dios se evidencian en la vida de los profetas a lo largo de las Escrituras. Las lecciones que aprendemos de esos profetas podemos aplicarlas a nuestras vidas.
El joven José Smith dijo: "Obedecí; regresé a donde estaba mi padre en el campo, y le declaré todo el asunto" (José Smith—Historia 1:50; cursiva agregada).
Elías "fue e hizoconforme a la palabra de Jehová" (1 Reyes 17:5; cursiva agregada).
"Y lo hizo así Noé;hizo conforme a todo lo que Dios le mandó" (Génesis 6:22; cursiva agregada).
Josué enseñó a su gente: ". . .yo y mi casa serviremos a Jehová. . . Y el pueblo respondió a Josué:A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos" (Josué 24:15, 24; cursiva agregada).
Alma dijo: "¡Oh recuerda, hijo mío, yaprende sabiduría en tu juventud; sí,aprende en tu juventud a guardar los mandamientos de Dios!" (Alma 37:35; cursiva agregada).

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